jueves, 2 de febrero de 2012

Continuamos la historia

Era una noche fría de invierno, la luna estaba llena y el viento fuerte del Norte removía las hojas de los árboles de la calle y los toldos envejecidos de la antigua casa de relojes del maestro relojero Daniel Garrote. La luz parpadeante de una bombilla se reflejaba en el cristal de la peluquería y producía sombra y luces en el interior del local. A lo lejos se escuchaba un llanto ahogado y trágico de un hombre. En la puerta de la peluquería había cinco jóvenes borrachos y, cuando vieron las luces parpadeando, pensaron que en la peluquería había una fiesta y no los habían invitado. 
 A uno de ellos le pareció raro que hubiera una fiesta sin música, pero los otros no le echaron cuenta y decidieron entrar. Como las puertas estaban cerradas, rompieron la cerradura de la puerta principal. Cuando entraron, escucharon a un hombre llorar al final de la peluquería y, cuando iban a entrar a ver el hombre, uno de los jóvenes dijo que se iba. Los otros siguieron andando hasta que llegaron al final y vieron a un borracho con sangre a su alrededor. El hombre, sin poder hablar mucho por su borrachera, le dijo que se fueran, que había un diablo que los iba a matar como no se fueran. Pero los chicos, al creer que estaba demasiado borracho y no sabía lo que decía, pensaron cogerlo e irse de aquella peluquería, que daba muy mal rollo.
Cuando lo recogieron e iban a salir por la puerta, una de las tijeras que había en el mostrador se fue hacía el borracho, los jóvenes tiraron al hombre al suelo y salieron a correr. A la mañana siguiente, con un fuerte dolor de cabeza los jóvenes decidieron ir a la policía.
Al principio nadie los creía pero, como insistieron tanto, el guardia les dijo que lo llevaran a la peluquería esa. Ellos lo llevaron y la peluquería estaba abierta y muy bien arreglada ni la puerta estaba forzada ni estaba el charco de sangre que había al lado del hombre.
Los jóvenes se quedaron muy pillados y se fueron pero, antes de irse, hicieron una promesa que nunca más volverían a aquella calle.

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